Imagina por un momento que eres un neandertal paseando tranquilamente por los campos. De repente, en los arbustos cercanos, escuchas un tigre. En un nanosegundo, todo tu cuerpo comienza a reaccionar. Tu pulso se acelera, tu respiración se vuelve superficial, tus ojos se dilatan, tu cuerpo comienza a producir adrenalina.
Todo lo que sucede en tu cuerpo es bueno; estás preparado para sobrevivir a este encuentro con el tigre. Solo hay un pequeño problema. No era un tigre. Era una pequeña comadreja prehistórica. Ahora tu cuerpo ha quedado preparado para luchar o huir, tu corazón está acelerado, estás totalmente alto en la adrenalina, pero no hay peligro.
Este es tu cuerpo en ansiedad. Reemplaza el tigre (inexistente) en los arbustos con las redes sociales, el tráfico, la política, el estudio, tu novio o cónyuge, el Covid-19, el dinero, el cuidado de los niños, el cambio climático, el estrés laboral, el drama familiar, o la vida en soledad, y podrás ver rápidamente por qué la ansiedad es la enfermedad mental más común en todo el mundo, afectando a casi el 30% de la población. Los humanos de hoy en día son básicamente un grupo de neandertales asustados en modo de lucha o huida 24 horas al día, 7 días a la semana.
La ansiedad es un impulso automático, muy rápido e inconsciente que nos dice: ‘No estoy segura en este momento’.
Nuestro neocórtex es responsable de la toma de decisiones, el razonamiento, la ética, la memoria consciente. Mientras que el aprendizaje y el cerebro de supervivencia se encuentran en el sistema límbico, el tronco encefálico y el cerebelo, manejan nuestras necesidades básicas, supervivencia, emociones, memoria implícita y por tanto la activación del estrés.
Una de las funciones más importantes del cerebro de supervivencia, es la neurocepción, un proceso inconsciente de escanear rápidamente el entorno interno y externo en busca de seguridad y peligro. Cuando se detecta un peligro, su cerebro de supervivencia envía un mensaje instantáneo de activación del estrés a su cuerpo al activar el sistema nervioso simpático, lo que resulta en la liberación de hormonas específicas que conducen a ciertas sensaciones físicas relacionadas con nuestro corazón, respiración y digestión. Por lo tanto lo que sea que esté sucediendo en el cerebro de supervivencia tiene tremendos efectos en cadena a través de nuestro cuerpo.
Como encontramos que estas respuestas no son voluntarias. Nuestro sistema nervioso está recogiendo información en el entorno, no a un nivel cognitivo, sino a un nivel neurobiológico desde el psiquismo inconscente.
Es importante destacar que cuando nos vemos atrapados en una respuesta defensiva, el cerebro pensante es el último en darse cuenta de que algo anda mal. El cerebro pensante no es lo que decide si estamos estresados, si nos sentimos amenazados o desafiados, si vamos a activar el estrés, si vamos a activar las emociones. La excitación del estrés y las emociones pertenecen al cerebro de supervivencia. Entonces, si deseas realizar un seguimiento de tu ansiedad, tu cuerpo, no tus pensamientos, será el que padece ansiedad y la forma más rápida de resolverlo es a través de la “Respiración Profunda” o el ejercicio físico.
La mayoría de la gente identifica la ansiedad por sus pensamientos porque la mayoría de la gente se identifica con su cerebro pensante. El problema es que cuando se trata de regular nuestro sistema nervioso después de una respuesta al estrés (léase: ansiedad), nuestro cerebro pensante es la peor herramienta para el trabajo. Eso es porque, después de darnos cuenta de la respuesta física, a menudo no sabemos qué es lo que ha desencadenado esa respuesta.
Un veterano que fue diagnosticado con PTSD, darse cuenta de esto fue un gran punto de inflexión. La recuperación del estrés y la ansiedad es un trabajo cerebral de supervivencia. Somos una cultura cerebral, lo que nos hace estar muy equipados para lidiar con problemas que requieren razón y lógica (piensa en dilemas morales) y menos equipados para lidiar con problemas donde el razonamiento cognitivo puede empeorarlos. Tener una respuesta de “lucha o huida” por llegar tarde a esa reunión importante puede parecer una reacción exagerada, pero sentado en el tráfico, fisiológicamente lo está experimentando de todos modos.
Usamos nuestro cerebro pensante para tratar de decidir si vale la pena estar ansiosos por el tema, y luego tratamos de obligar a nuestro sistema nervioso a obedecer. Nuestra conciencia se desconecta de nuestro cuerpo en esos momentos. Tu cerebro pensante decide que no tienes nada de qué sentirte ansioso, por lo que pasas tus días caminando diciéndote a ti mismo que todo está bien mientras sigues sintiendo los síntomas físicos de la ansiedad en todo tu cuerpo. Peor aún, tu cerebro pensante puede comenzar a criticarlo y avergonzarlo por seguir estando ansioso incluso después de que le haya dicho que todo está bien. Nuestro cerebro de supervivencia quiere mantenernos a salvo, pero cuando ignoramos nuestro cuerpo y sus señales porque estamos tan atrapados en las historias y pensamientos de nuestro cerebro pensante, el cerebro de supervivencia realmente percibe eso como aún más amenazante. Como un niño pequeño, hará una rabieta más fuerte hasta que su mensaje llegue. Y es por eso que se convierte en un círculo vicioso.
Parte del desafío, es que se necesita cerrar el ciclo que se inició cuando el cuerpo entró por primera vez en una respuesta al estrés.
Ejemplo: Un afroamericano que la policía lo detiene con frecuencia sin motivo, el hombre termina sintiéndose comprensiblemente enojado y su cuerpo se tensó: en una respuesta de “pelea”. Se le ayudó a identificar y representar la desescalada física que su cuerpo necesitaba para regresar a un estado regulado, en este caso logrando atacar y defenderse dentro de la seguridad de una sesión de terapia.
Los militares tienen mucha experiencia en situaciones estresantes y se han entrenado para encender el cerebro de supervivencia, pero no siempre saben cómo apagarlo. Los estudios financiados por el Departamento de Defensa mostraron que el método de conscientizar de que el estres está en el cuerpo, ayudó significativamente a mejorar el rendimiento cognitivo durante el estrés, reducir los niveles de estrés percibido, aumentar la regulación y fomentar un retorno más rápido a la línea de base después de la activación del estrés.
Cuando tu cuerpo está teniendo una respuesta al estrés, lo primero es tomar conciencia de los objetos que ayudan al cerebro de supervivencia a sentirse seguro, como lo que puede ver y oír. Una de las mejores formas de ayudar a que el cerebro de supervivencia se sienta enraizado es llamar la atención sobre el lugar donde nuestro cuerpo está en contacto con nuestro entorno. Debes enfocarte en el contacto entre sus pies con el piso o su cuerpo en su silla. Tan pronto como el cerebro de supervivencia percibe la conexión a tierra y la seguridad, automáticamente inicia el proceso de recuperación.
Obviamente, cuando estás atrapado en un momento de ansiedad severa, tratar de respirar profundamente o estar atento puede parecer casi imposible. En esas situaciones, lo que necesitas es sacar la adrenalina y el cortisol de tu sistema. De aqui que saltar la cuerda o correr escaleras arriba y abajo van a producir el milagro. La psicología clínica ha descubierto que nuestros pensamientos están al centro de la ansiedad y la depresión y son tus pensamientos los que te destruyen emocionalmente y terminas reconociendo a través de tu experiencia que no puedes controlar esos pensamientos.
Pero dado que como hijos de Dios no estamos exentos de sufrir estas emociones negativas, máxime dado que el enemigo de tu alma tiene como motivo principal de su existencia destruir la Iglesia de Cristo miembro por miembro, familia por familia, es que es importante en aprender a controlar la ansiedad.
Cristo nos liberó con su sacrificio a través de su sangre, pero los demonios tienen la posibilidad de ponerte velos mentales para que no termines de entender que hay poder en tu mente para vencer las mentiras del enemigo (saetas de fuego de Efes. 6)
La victoria sobre estas emociones negativas la obtienes torciéndolas a que se sujeten a Cristo. De qué forma lo haces? Tu voluntad debe entrar en juego y cuando comiences con estas emociones negativas tuerce esos pensamientos y conviételos en otros como te dice: Filipenses 4:8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
Cuando Pablo dice en 1 Cor. 5:27 Más bien, pongo mi cuerpo bajo disciplina y lo hago obedecer … claramente te muestra como es que puedes vencer. Debes aprender a disciplinarte y someter esos pensamientos negativos, combinando ejercicios físicos con ejercicios espirituales, pues el Espíritu Santo en ti te provee esa autoridad. No va a venir un ángel del cielo a tocarte y quitarte la ansiedad, pues ya en Cristo te fue Dado el Espíritu Santo para que doblegues la carne y permitas que el Espíritu en ti rompa la cautividad a la cual sin tu quererlo el enemigo buscando en experiencias de tu pasado te siga encadenando. En ti está la salida, pero sin disciplina no saldrás.